¿Qué haces?

¿Qué haces amado mío despierto a estas horas?

Es casi medianoche y te veo tenso, sentado en tu sillón giratorio, ese en donde me gustaba dar vueltas y vueltas como en un parque de diversiones. Todavía, cuando tú no miras, sigo dando vueltas… y vueltas y vueltas, mientras rio distraida recordando lo que conversamos, lo que me dijiste esa tarde de lluvia, lo que me susurraste mientras soñábamos despiertos.

Te veo mirando tenso el teclado, escribiendo quién sabe qué a quién sabe quién. Una arruga surca tu frente y la sigue otra, y otra y otra. Es como un camino que se abre en cien, mil más. Esa piel tuya tan suave al tacto, esa barba tuya tan fuerte, tan osada, tan indómita.

¿Qué haces amor mío despiero a estas horas? ¿No es acaso el momento en que te recojas al lecho y me cuentes qué es lo que te agobia? ¿No es acaso el momento en que juntos imaginemos las mejores soluciones y finalmente, cansados de tanto reirnos, nos quedemos dormidos uno en brazos del otro? ¿no es acaso el momento preciso para contarnos las arrugas, los ceños y las barbas?

Te veo tenso y preocupado, te siento puro y cristalino. Te veo distraido y alterado. Te siento fuerte y seguro, brillante y poderoso. ¿Qué es lo que haces amado mío ahora despierto, sin poder dormir y sin poder pensar?

Ven, ven a mis brazos y descansa.